27 de abril de 2012
Darya González, Rusia Hoy
Los recuerdos sobre la Unión Soviética están vivos y son demandados incluso ahora, por eso sumergirse en el pasado durante un día entero en Moscú, la antigua capital de aquel gran país, no es difícil. Lo más importante es despertarse a tiempo del “sueño optimista”.
Calentamiento
Por la mañana, en la niebla espesa que cubre el río Moskova apenas pueden distinguirse las torres de los rascacielos stalinistas, por no mencionar el parque de esculturas “Muzeon” en Krimski Val. Entre la blanca niebla aparece Lenin representado de seis maneras diferentes, el terrible Stalin con la nariz rota y Sverdlov con una sospechosa complexión atlética. En algún momento, todos estos monumentos presidieron las plazas centrales de diferentes ciudades. Gracias a ellos existe este parque: después de los acontecimientos de agosto de 1991, el ayuntamiento de Moscú decidió conservar las esculturas innecesarias de la ciudad en Krimski Val. Ahora “Muzeon” es una reserva de monumentos de la era soviética, el hogar de las estatuas que no tienen un lugar.
Grupos de esculturas
En la época soviética eran muy populares las composiciones de tres esculturas. En el centro aparecía un joven soviético que era el líder del grupo. Y las estructuras que estaban a los lados eran indicadores de la política soviética: gracias a ellos podía determinarse de qué época eran los aliados de la URSS.
Durante mucho tiempo uno de los tres era chino, pero después de un conflicto con China en la isla de Damanski en 1969, dejó su puesto vacante. Los siguientes fueron un coreano, un árabe (Guerra de los Seis Días y la confrontación con Israel). Había, por supuesto, un cubano y una persona de color durante la lucha por la independencia de los países africanos. Durante algún tiempo el acompañante del hombre soviético fue un trabajador europeo (por lo general un francés con boina) cuando los partidos comunistas europeos luchaban contra la creación de la OTAN.
A día de hoy, la colección del museo cuenta con unas 700 esculturas de piedra, madera, bronce y otros materiales. La escultura más famosa del parque es “Félix zhelezni o de hierro”: un monumento al revolucionario Félix Dzerzhinski, primer director de la Cheka, que estuvo situado en la plaza con el mismo nombre enfrente de la KGB.
Actualmente, la plaza Dzerzhinski se llama plaza Lubianka y en el edificio de la KGB en el año 1984, por orden de Andropov, se inauguró la sala de la Cheka-KGB-URSS y en 1989 se abrió al público bajo el nombre de “Museo FSB”. En ese tiempo, acudían allí incluso los altos cargos de la CIA, como Stansfeld Turner y William Webster y también representantes de los servicios de inteligencia más importantes del mundo. Existen leyendas que dicen que el Museo FSB en Lubianka era visitado con regularidad por los empleados de la embajada norteamericana. Sin embargo, dejando a un lado las leyendas, este museo aguarda muchas sorpresas que cuentan la historia “oculta” del país: desde la primera misión de contraespionaje ruso en la lucha contra la invasión tártaro-mongola hasta los recién desclasificados documentos sobre la detención de agentes y el trabajo conjunto con los servicios de inteligencia extranjeros.
Al lado de las vitrinas hay dos maletas en las que un funcionario japonés trató, sin éxito, de llevar a Rusia mujeres de contrabando.
También pueden encontrarse maquetas de artefactos explosivos e instrumentos para grabaciones ocultas montados en latas de cerveza y paquetes de cigarrillos. Existe tal cantidad de ellos que automáticamente uno comienza a mirar a su alrededor con nerviosismo, escondiéndose detrás de las pesadas cortinas y esquivando grandes maletas, por si acaso.
Desayuno
En el centro histórico de Moscú se pueden encontrar muchos establecimientos soviéticos de “comida rápida stalinista”, de estilo “pseudosoviético” o con auténticos pelmeni y bebidas alcohólicas. No obstante, no todo el mundo puede permitirse empezar el día con unas copas, por eso puede ir abriendo boca con sémola: el típico desayuno de los niños de la URSS. En la cafetería con nombre europeo “Deti Raika” se puede probar un menú muy soviético: 10 tipos de compota, sopas caseras y sémola sin grumos. Descanso La imperceptible placa del Museo de las Máquinas Tragaperras Soviéticas únicamente puede distinguirse cuando la niebla desaparece por completo. Fue creado por tres entusiastas que iban por todo el país encontrando y reparando máquinas tragaperras rotas. Gracias a ellos en tres pequeñas salas entra una verdadera máquina del tiempo, que devuelve a los rusos a su infancia de pioneros en un campamento en del mar Negro y a las máquinas de refrescos. Para entrar en el museo hay que cambiar treinta rublos (1 dólar) por tres kopeks soviéticos en la caja, entonces, un vaso lleno hasta los bordes de espuma dulce será vuestro. Los dueños conservan una considerable colección de juegos que va desde “Minikeglei” hasta “Shaibu-Shaibu”. La colección se completa constantemente por lo que el museo es cada vez más grande.
Curiosidades
En la época soviética, todas las máquinas tragaperras estaban en las fábricas del ejército: hasta 22 plantas en toda la Unión Soviética trabajaban para el deleite de los pioneros. Las primeras eran terriblemente caras, de 2.500 a 4.000 rublos, casi como un coche Zhiguli.
Comida
“¡Abajo la esclavitud en la cocina!”. En la entrada a la “cheburechnaya” “Sovetskie Vremená” cuelga un cartel con una ama de casa rebelándose. En realidad, los únicos que hablan y se encargan de los pedidos aquí son los hombres. Los mejores “chebureki” (una especie de empanadillas) con queso de Moscú se encuentran en la “Cheburechnaya” en Pokrovke 50. Y no sólo eso, en esta cafetería a precios atractivos se puede encontrar la buena cerveza “Zhigulevskoe” y una amplia selección de bebidas gaseosas de todos los colores: desde el verde intenso del Tarjún hasta el lila de “Baikal”. Junto a las ventanas hay radios antiguas de las que se escucha música soviética, en las paredes cuelgan pancartas con declaraciones de los líderes y está permitido fumar en todo el local.
Hora de silencio
En el “búnker-42” está prohibido hacer ruido. Pero incluso si se gritara, nadie lo oiría, ya que se encuentra a 65 metros de profundidad bajo tierra. Se trata de un búnker situado en el corazón de la capital que durante casi 30 años aguardaba cualquier peligro de ataque nuclear. Allí trabajan unas 60 personas al día.
Productos diversos
Para encontrar alimentos y productos soviéticos no hay que ir muy lejos: se venden en la primera planta del GUM y en la tercera planta pueden encontrarse dos “baluartes de la época”: la cafetería “Festivalnoe” y el Comedor Nº 57.
En los años 60, el búnker-42 estaba totalmente equipado con todo lo necesario ante un posible ataque nuclear, ahora simplemente es un museo. Si se baja por las escaleras hasta el piso -18 se puede ir por túneles secretos y ver muestras de armas y equipos de comunicaciones de las Fuerzas Armadas de la URSS, así como la reconstruida sala de reuniones y el despacho de Stalin.
Cena
En el edificio del antiguo Ministerio de Transporte ahora se encuentra el “GlavPivTorg”: un restaurante de estilo ministerial de la época soviética. Dentro se pueden encontrar robustas mesas cubiertas con sobrios manteles, una alfombra roja y una biblioteca con las obras completas desde Engels hasta Lenin. Por Moscú todavía circula un “fantasma de la época”: el tranvía-restaurante “Annushka”, llamado así en honor al personaje de la famosa novela de Mijaíl Bulgákov “El Maestro y Margarita”, cuya impresión fue prohibida por Stalin. El restaurante pasea por el centro histórico de Moscú proponiendo tres rutas diferentes.
Darya González, Rusia Hoy
Los recuerdos sobre la Unión Soviética están vivos y son demandados incluso ahora, por eso sumergirse en el pasado durante un día entero en Moscú, la antigua capital de aquel gran país, no es difícil. Lo más importante es despertarse a tiempo del “sueño optimista”.
Calentamiento
Por la mañana, en la niebla espesa que cubre el río Moskova apenas pueden distinguirse las torres de los rascacielos stalinistas, por no mencionar el parque de esculturas “Muzeon” en Krimski Val. Entre la blanca niebla aparece Lenin representado de seis maneras diferentes, el terrible Stalin con la nariz rota y Sverdlov con una sospechosa complexión atlética. En algún momento, todos estos monumentos presidieron las plazas centrales de diferentes ciudades. Gracias a ellos existe este parque: después de los acontecimientos de agosto de 1991, el ayuntamiento de Moscú decidió conservar las esculturas innecesarias de la ciudad en Krimski Val. Ahora “Muzeon” es una reserva de monumentos de la era soviética, el hogar de las estatuas que no tienen un lugar.
Grupos de esculturas
En la época soviética eran muy populares las composiciones de tres esculturas. En el centro aparecía un joven soviético que era el líder del grupo. Y las estructuras que estaban a los lados eran indicadores de la política soviética: gracias a ellos podía determinarse de qué época eran los aliados de la URSS.
Durante mucho tiempo uno de los tres era chino, pero después de un conflicto con China en la isla de Damanski en 1969, dejó su puesto vacante. Los siguientes fueron un coreano, un árabe (Guerra de los Seis Días y la confrontación con Israel). Había, por supuesto, un cubano y una persona de color durante la lucha por la independencia de los países africanos. Durante algún tiempo el acompañante del hombre soviético fue un trabajador europeo (por lo general un francés con boina) cuando los partidos comunistas europeos luchaban contra la creación de la OTAN.
A día de hoy, la colección del museo cuenta con unas 700 esculturas de piedra, madera, bronce y otros materiales. La escultura más famosa del parque es “Félix zhelezni o de hierro”: un monumento al revolucionario Félix Dzerzhinski, primer director de la Cheka, que estuvo situado en la plaza con el mismo nombre enfrente de la KGB.
Actualmente, la plaza Dzerzhinski se llama plaza Lubianka y en el edificio de la KGB en el año 1984, por orden de Andropov, se inauguró la sala de la Cheka-KGB-URSS y en 1989 se abrió al público bajo el nombre de “Museo FSB”. En ese tiempo, acudían allí incluso los altos cargos de la CIA, como Stansfeld Turner y William Webster y también representantes de los servicios de inteligencia más importantes del mundo. Existen leyendas que dicen que el Museo FSB en Lubianka era visitado con regularidad por los empleados de la embajada norteamericana. Sin embargo, dejando a un lado las leyendas, este museo aguarda muchas sorpresas que cuentan la historia “oculta” del país: desde la primera misión de contraespionaje ruso en la lucha contra la invasión tártaro-mongola hasta los recién desclasificados documentos sobre la detención de agentes y el trabajo conjunto con los servicios de inteligencia extranjeros.
Al lado de las vitrinas hay dos maletas en las que un funcionario japonés trató, sin éxito, de llevar a Rusia mujeres de contrabando.
También pueden encontrarse maquetas de artefactos explosivos e instrumentos para grabaciones ocultas montados en latas de cerveza y paquetes de cigarrillos. Existe tal cantidad de ellos que automáticamente uno comienza a mirar a su alrededor con nerviosismo, escondiéndose detrás de las pesadas cortinas y esquivando grandes maletas, por si acaso.
Desayuno
En el centro histórico de Moscú se pueden encontrar muchos establecimientos soviéticos de “comida rápida stalinista”, de estilo “pseudosoviético” o con auténticos pelmeni y bebidas alcohólicas. No obstante, no todo el mundo puede permitirse empezar el día con unas copas, por eso puede ir abriendo boca con sémola: el típico desayuno de los niños de la URSS. En la cafetería con nombre europeo “Deti Raika” se puede probar un menú muy soviético: 10 tipos de compota, sopas caseras y sémola sin grumos. Descanso La imperceptible placa del Museo de las Máquinas Tragaperras Soviéticas únicamente puede distinguirse cuando la niebla desaparece por completo. Fue creado por tres entusiastas que iban por todo el país encontrando y reparando máquinas tragaperras rotas. Gracias a ellos en tres pequeñas salas entra una verdadera máquina del tiempo, que devuelve a los rusos a su infancia de pioneros en un campamento en del mar Negro y a las máquinas de refrescos. Para entrar en el museo hay que cambiar treinta rublos (1 dólar) por tres kopeks soviéticos en la caja, entonces, un vaso lleno hasta los bordes de espuma dulce será vuestro. Los dueños conservan una considerable colección de juegos que va desde “Minikeglei” hasta “Shaibu-Shaibu”. La colección se completa constantemente por lo que el museo es cada vez más grande.
Curiosidades
En la época soviética, todas las máquinas tragaperras estaban en las fábricas del ejército: hasta 22 plantas en toda la Unión Soviética trabajaban para el deleite de los pioneros. Las primeras eran terriblemente caras, de 2.500 a 4.000 rublos, casi como un coche Zhiguli.
Comida
“¡Abajo la esclavitud en la cocina!”. En la entrada a la “cheburechnaya” “Sovetskie Vremená” cuelga un cartel con una ama de casa rebelándose. En realidad, los únicos que hablan y se encargan de los pedidos aquí son los hombres. Los mejores “chebureki” (una especie de empanadillas) con queso de Moscú se encuentran en la “Cheburechnaya” en Pokrovke 50. Y no sólo eso, en esta cafetería a precios atractivos se puede encontrar la buena cerveza “Zhigulevskoe” y una amplia selección de bebidas gaseosas de todos los colores: desde el verde intenso del Tarjún hasta el lila de “Baikal”. Junto a las ventanas hay radios antiguas de las que se escucha música soviética, en las paredes cuelgan pancartas con declaraciones de los líderes y está permitido fumar en todo el local.
Hora de silencio
En el “búnker-42” está prohibido hacer ruido. Pero incluso si se gritara, nadie lo oiría, ya que se encuentra a 65 metros de profundidad bajo tierra. Se trata de un búnker situado en el corazón de la capital que durante casi 30 años aguardaba cualquier peligro de ataque nuclear. Allí trabajan unas 60 personas al día.
Productos diversos
Para encontrar alimentos y productos soviéticos no hay que ir muy lejos: se venden en la primera planta del GUM y en la tercera planta pueden encontrarse dos “baluartes de la época”: la cafetería “Festivalnoe” y el Comedor Nº 57.
En los años 60, el búnker-42 estaba totalmente equipado con todo lo necesario ante un posible ataque nuclear, ahora simplemente es un museo. Si se baja por las escaleras hasta el piso -18 se puede ir por túneles secretos y ver muestras de armas y equipos de comunicaciones de las Fuerzas Armadas de la URSS, así como la reconstruida sala de reuniones y el despacho de Stalin.
Cena
En el edificio del antiguo Ministerio de Transporte ahora se encuentra el “GlavPivTorg”: un restaurante de estilo ministerial de la época soviética. Dentro se pueden encontrar robustas mesas cubiertas con sobrios manteles, una alfombra roja y una biblioteca con las obras completas desde Engels hasta Lenin. Por Moscú todavía circula un “fantasma de la época”: el tranvía-restaurante “Annushka”, llamado así en honor al personaje de la famosa novela de Mijaíl Bulgákov “El Maestro y Margarita”, cuya impresión fue prohibida por Stalin. El restaurante pasea por el centro histórico de Moscú proponiendo tres rutas diferentes.
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