Extraído del libro de Olég Matvéichev “El modo imperativo” (p. 96):
“…En la nueva estrategia de guerra lo principal fue que ahora en la guerra participa no solo el ejército, sino toda la población. Hitler escogió la estrategia de las acciones indirectas: él se esforzaba por destruir las comunicaciones del enemigo, enlaces, sistema de dirección; se esforzaba por paralizar el espíritu y la voluntad, no solo de los ejércitos, sino de los gobiernos y de los pueblos de los países por conquistar.
Hitler entendía como ningún otro antes de él, que en la guerra lo que determina todo es el espíritu. La diplomacia alemana desinformaba a los rivales todo el tiempo, los enemistaba y no les dejaba unirse. A todos ellos Hitler les prometía ayuda, y todos pensaban que se engañaban mutuamente, cuando de hecho a todos les engañaba Hitler. La propaganda alemana influía en los medios de comunicación de Europa y constantemente inspiraba el horror ante el ejército alemán. Fueron realizadas acciones demostrativas de amedrentamiento como, por ejemplo, el bombardeo de Guernica.
Los países europeos fueron infiltrados por los espías alemanes, listos para iniciar las maniobras de sabotaje en carreteras, ferrocarriles, puentes y otros objetos estratégicos. Los agentes de influencia y los alarmistas propagaban rumores falsos y sembraban el caos y el pánico. Cuando los tanques alemanes invadieron toda esa grande maquinaria se ponía en marche y la gente huía aterrorizada, abandonando todo. El ataque se realizaba siempre de súbito en un lugar inesperado y los ejércitos no alcanzaban a reaccionar. Cuando todo terminaba, los pueblos y los gobiernos capitulaban.
Luego sigue una bastante larga y voluntaria cita del libro de Maxím Kaláshnikov “Invasión desde el futuro”, sin embargo, hay que tener en cuenta, que en esta cita se describe lacónicamente la conquista de toda Europa por Hitler: “Se creía que el ejército polaco era más fuerte que el ruso, ya que los polacos ganaron la guerra del año 1920, y por eso Inglaterra y Francia preferían tener como aliado no a Rusia, sino a Polonia. En su turno, los polacos estuvieron seguros de que iban a resistir el asalto de alemanes: los franceses les prometieron que el día 15 de la guerra pasarían a la ofensiva general en el frente occidental…
La nueva máquina de guerra empezó a funcionar, y eso fue tan sorprendente, que los mismos alemanes se asombraban de sus éxitos. Los 600 tanques del 16to cuerpo de tanques rompieron la defensa polaca y, al avanzar 240 kilómetros, en 18 días llegaron a Varsovia. El cuerpo de Guderian en 2 semanas superó 700 kilómetros y alcanzó Brest. El 16 de septiembre el gobierno de Polonia huyó a Rumanía. Rodeados, 700 mil soldados polacos depusieron las armas…
Muchos historiadores y políticos acusaron Francia por no ayudar a Polonia, pero en realidad el ejército francés simplemente no pudo hacerlo. La nueva arma destruyó todos los planes. En la campaña polaca apareció el suplemento espléndido a la formula: “Fuerzas Aéreas + grupos de operaciones especiales + propaganda + “quinta columna” + terror” – la estrategia integral de tanques y de maquinas de Heinz Guderian.
Ya en abril de 1940 en París se editó el libro “Invasión alemana en Polonia”, que sembraba el terror ante la actividad de la “quinta columna” de Hitler… Los periódicos occidentales informaban de los millares de espías alemanes que ayudaban a las divisiones de Hitler en marcha. Y por supuesto, el temor salvaje a los alemanes que causaban las fotos de periódicos y los cuadros de crónicas, que mostraban las escenas de los encarnizados bombardeos aéreos de Varsovia. Tomemos nota: justo fueron los furiosos ataques aéreos los que definitivamente quebraron la voluntad de los altos mandos de Polonia, que fugaron del país en pánico...
La campaña polaca demostró en todo su esplendor, lo que pueden lograr los grupos de operaciones especiales. “El método de la dirección global de una guerra con el uso de tropas vestidas con el uniforme del enemigo, elaborado por Canaris, va a jugar en futuro un papel mucho más importante, que antes” (Citamos del libro de D.Mélnikov y L.Chórnaya “Almirante de dos caras” - М., Издательство политической литературы, 1965 г. С. 61—62).
Hitler acabó con Dinamarca tan solo en un día… Entonces, el 9 de abril de 1940 por la madrugada, los kobmendenses (habitantes de Copenhague) se despertaron por culpa de los aviones que volaban zumbando por encima de sus techos. Al salir corriendo a las calles los daneses vieron en las encrucijadas a soldados en uniforme desconocido. A las 9 de la mañana la emisora estatal de Dinamarca transmitió el comunicado del comandante general alemán von Kaupisch: listo, señores, el país está ocupado por nosotros para prever la invasión de los ingleses. Entonces, guarden tranquilidad, obedezcan y hagan sus asuntos usuales. Luego, el locutor leyó el comunicado del rey Cristian. El país resultó ocupado tan solo en una hora. Los alemanes burlándose pisaron el Pacto de no agresión y sus tropas, como por encanto, aparecieron en puntos clave del país por la mañana del 9 de abril.
¿Cómo? Pusieron a correr rumores. El 11 de abril el “Times” de Londres informó, que los alemanes se escondían en las bodegas de los barcos, que habían entrado en el puerto de Copenhague en vísperas, que ellos se escondían en el pontón volante cursando entre Alemania y Dinamarca. Los alemanes vivientes en Copenhague con gusto servían de guías de las tropas hitlerianas, indicándoles los atajos más cortos a los ministerios daneses, radios, oficinas de correo, telégrafos, centros de dirección de las carreteras y ferrocarriles. Se volvió a hablar de la horrorosa y omnipresente “quinta columna” de Hitler.
Cuando a las 4 de la mañana el 9 de abril las tropas alemanas empezaron la invasión, delante de ellos ya había trabajado un pequeño grupo de operaciones especiales. Este había penetrado a través de la frontera en vísperas de invasión, la noche 8 de abril, para prevenir la explosión de los puentes importantes. Pero resultó que los despreocupados daneses no habían siquiera pensado en minarlos. Exitosamente debutaron los matones de “Brandeburgo” – su sección, revestida con el uniforme de los daneses, se apoderó del puente del estrecho Belt. Los “brandeburguenses”, junto con la gente de la organización militar de Abwehr “Noruega”, operativamente tomaron los objetivos de mayor importancia estratégica en la zona fronteriza. Las tropas terrestres alemanas se lanzaron con rapidez de un relámpago a través de la frontera sur de Dinamarca, entrando en la provincia Schleswig Norte, donde vivían 30 mil alemanes. ¿Y toma de la misma Copenhague? ¡Vaya circo! Había que ocupar los puntos clave de la capital danesa muy rapido, para aplastar todavía en gestación cualquier idea de resistencia. Para eso los hitlerianos decidieron introducir en el puerto de Copenhagen un barco civil „Gazenshtadt Danzig“ con un batallon de soldados a bordo, y a la carrera ocupar la ciudadela dominante sobre puerto, para convertirla en seguida en el puesto de mando para las acciones de las tropas de desembarco, y al mismo tiempo ocupar la radio de la ciudad – no solo para comunicarse con Berlin y con las tropas, sino para aplicar una presión psicologica a los daneses. Así, en unas horas, por el precio de solo 20 alemanes muertos, el país de los daneses perdió su independencia, y se hizo parte del imperio de Hitler. Hasta la misma caida del Tercer Reich en mayo de 1945, los daneses obedecían puntualmente a los conquistadores alemanes y los abastecían con s artículos de alimentación.
Antes de invadir a Noruega Hitler adquirió allí su “caballo de Troya” – un fiel mandón, listo a acostarse bajo los alemanes para obtener el poder en el país. Un ambicioso canalla, que tuvo su red de partidarios y combatientes. Ese fue Vidkun Quisling. La madrugada del 9 de abril en Oslo empezó con el aullido de las alarmas aérea. La gente supo de los combates en el Fiordo de Oslo y de los disparos en 2 aeropuertos de la capital: Fornebu y Kjeller. La gente aterrorizada vio las siluetas de los bombarderos alemanes, que volaban en vuelo rasante encima de los techos de los edificios. Los alemanes no lanzaban bombas sino que disparaban las ametralladoras para amedrentar. El terror, causado por la Luftwaffe, también funcionó aquí. A la memoria de la gente en seguida venían los cuadros de la Varsovia ardiente. A eso de las10 horas de la mañana, por la radio dijeron que sería mejor para todos los habitantes de Oslo quedarse en la ciudad. Y empezó el pánico.
“En la entrada del metro pelearon las personas enloquecidas, tratando lo más rápido de refugiarse en los túneles subterráneos. Algunos trataron de esconderse en los portales de los edificios, alguien corrió al parque del Palacio. Una parte de población escapó, y trató de huir de la ciudad. La gente empujaba carretillas, se encaramaba en los camiones, tomaba por asalto las estaciones de ferrocarriles, donde todo el material rodante estaba hasta los topes. Los trenes partían a las regiones del campo” (NIEUWE ROTTERDAMSCHE COURANT, el 14 de abril de 1940).
Nadie cabía en sí del miedo, abatimiento y de dudas. Corriendo en choque y estremecidos, los ciudadanos paralizaron el transporte, llenaron las carreteras, y entonces, incluso con toda la voluntad, ya fue imposible lanzar las tropas noruegas a las afueras de la ciudad para los combates. Al mismo tiempo, y aprovechando el lio total en Noruega, los hitlerianos ocuparon los aeródromos cerca de Oslo. Entonces llegó a tiempo y muy despierto Quisling. Aprovechando el lio total en Oslo, él organizó un golpe de estado.
Corrieron muchos rumores. La gente trató de dar incluso una explicación parcial del éxito milagroso de las tropas alemanas de desembarco y de las siguientes acciones de los alemanes. Los noruegos hablaban, de que en todo lo sucedido, el sabotaje jugó un papel no de poca importancia. Fueron usadas falsas órdenes, tanto escritas como orales, gracias a las cuales las tropas noruegas, pese a la situación y antes de tiempo, dejaron de resistir. Las líneas que iban de la costa a los campos de minas, cerrando el paso hacia Fiordo de Oslo, resultaron cortadas.
Según atestiguó Loe de Jong, un enorme papel en la agitación de las pasiones en torno de los espías y confabuladores, lo jugó el articulo del corresponsal del “Chicago daily news”, Leland Stowe, quien al salir de Noruega a Estocolmo pregonó a todo el mundo, que los alemanes habían creado dentro del país un enorme “caballo de Troya”, usando el soborno, los agentes secretos y los traidores dentro del aparato de gobierno y de las Fuerzas Navales. La prensa mundial reimprimió el artículo de Stowe. <…>
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